martes, 19 de diciembre de 2017

"SENSE"


(Creado por Noel)


Laboratorio de altas energías número 3, M.I.T., 19 de febrero de 2.019, 02.39 horas.


El pequeño robot se encontraba en el centro de la gran sala insonorizada. Giraba sus dos cámaras, colocadas sobre brazos articulados, de un lado para otro, con movimientos que hubiesen podido ser interpretados como de nerviosismo... de no haber sido una máquina.


Aunque SENSE no era un robot normal. Norman, su creador, un chico introvertido y tímido de quince años, había ideado un brillante algoritmo de programación que a simple vista podía parecer sencillo, apenas unas líneas de código. Pero la función matemática insertada en el programa era algo completamente revolucionario. Nadie había podido reducir a una ecuación las más importantes de las características mentales humanas: el pensamiento y las emociones. Pero aquel joven sí. SENSE era el primer ente mecánico autónomo capaz de aprender, pensar de forma creativa, razonar, plantear y responder preguntas y... emular sentimientos. Era Inteligencia Artificial en el más amplio sentido de la palabra. De hecho, era cría de vida artificial, pues su mente evolucionaba como la de un niño. Y Norman era el alumno más joven y brillante que jamás pasó por el M.I.T. Con un I.Q. de 252, era, además, el ser humano más inteligente del planeta.


Pero como acostumbra a pasar, las personas más sobresalientes son también las más discriminadas. Su aguda inteligencia lo había marginado socialmente, hasta el punto de tener un solo amigo. Un amigo que había tenido que construir él mismo.


—Vamos, entra en la cámara, SENSE, no te pasará nada, te lo prometo—dijo el muchacho. —El experimento es seguro.

No es tú el que coloca delante de generador de impulsos—respondió SENSE.

—Ya sé que te da un poco de miedo—sonrió. —Pero piensa que Johann te ha equipado con su aparato. Si el experimento tiene éxito, habremos solucionado el problema de la protección de los vehículos espaciales en los viajes interplanetarios. Y sabes que yo jamás te pondría en peligro.

Lo sé, Norm. Pero si protección falla, circuitos funden y yo finalizo.

—Por eso salvé anoche tu conciencia en el banco de datos, en la partición oculta. Incluso recordarás lo que estamos hablando ahora, porque todo se está grabando en tiempo real en ese soporte—lo tranquilizó Norman. Todo el mundo conocía a SENSE, pero nadie sabía, ni de lejos, el verdadero alcance de la conciencia que albergaba… y Norman quería que siguiese siendo así, por el momento. De ahí lo de la partición oculta en el sistema de ordenadores del Instituto.

No sabía SENSE copiado en ordenador central. Estoy más tranquilo. Procedo con experimento—respondió el robot, rodando hacia la puerta abierta de la cámara antirradiación.


Se colocó ante el gran aparato que ocupaba el tercio anterior de la cámara. Era un generador de impulsos electromagnéticos, modificado para emitir en todas las longitudes de onda y a energías muy elevadas. Además disponía de un proyector de haces radiactivos. En definitiva, podía emular las durísimas condiciones del espacio exterior.


La pesada puerta se cerró con un siseo. Las bombas empezaron a crear el vacío en la cámara, mientras SENSE se acoplaba a una toma de energía dispuesta en el suelo, pues sus modestas baterías no podían suministrar suficiente electricidad al dispositivo que llevaba colocado tras de sí.


El robot se encogió ligeramente cuando escuchó la voz de Johann iniciando la cuenta atrás desde veinte. En diez, activarían el aparato, y en cero, el generador de impulsos. SENSE estaba inquieto. A pesar de todas las medidas de seguridad, calculaba que había una posibilidad del seis coma dos por ciento de fallo. No dejaba de mirar fijamente el generador. Un par de veces giró una de sus cámaras para enfocar su parte trasera y verificar así que el extraño artilugio estaba en su lugar. Era un aparato cúbico de diseño complejo con cinco “setas” de cerámica, una en cada cara. Emitía un suave zumbido, mientras la sombrilla de cada seta refulgía con un tenue resplandor azulado.


—Doce... once... diez, contacto—decía Johann por el intercomunicador.


El aparato empezó a pulsar y el fulgor azul a intensificarse, hasta que formó cinco semiesferas de luz alrededor del cubo central. Inmediatamente, empezaron a crecer, inundando a SENSE de luz, hasta que se formó una especie de burbuja luminosa de un metro de diámetro con el pequeño robot en el centro.


SENSE miraba atemorizado a su alrededor. Extendió una de sus extremidades y la esfera de luz se deformó en esa dirección. Hiciera lo que hiciese, el resplandor se mantenía siempre a la misma distancia de su cuerpo metálico.


—Cuatro... tres... dos...


Se volvió rápidamente hacia el generador, que en ese momento adquiría una tonalidad rojiza.


—Uno...


SENSE se encogió, adquiriendo su forma más comprimida, apenas veinte centímetros de altura. Apagó las cámaras y se preparó para la descarga, asustado, muy asustado.


—¡Cero! ¡Impulso activado! ¡Secuencia en marcha!—gritó Johann mientras pulsaba el botón de activación. Norman miraba nervioso la pequeña forma envuelta en luz. Los gráficos de su pantalla le indicaban que su amigo mecánico tenía miedo... miedo a morir.


Durante un instante, infinitesimal para un humano pero eterno para un ordenador, el tiempo pareció detenerse. Silencio. Oscuridad. Y un tremendo impacto. SENSE gritó, abrió los iris de sus cámaras y vio el generador enviando ondas de choque contra él. Pero aunque sentía sus impactos, no atravesaban la luz azul. No le dañaban. El generador emitía impulsos electromagnéticos de energía y frecuencia crecientes, recorriendo todo el espectro. Desde las ondas de radio más ámplias pasó a las ondas ultracortas y a las microondas. El escudo del robot ondulaba pero no cedía. Tal y como había supuesto Johann, a más energía en la fuente externa, más reflejaba el campo esa energía. Una emisión de radio o microondas de baja energía pasaría casi en su totalidad, mientras que un gran estallido de radiación, como el procedente de una llamarada solar, sería detenido casi por completo. Así, la comunicación era perfectamente posible mientras el escudo permanecía activo y conservando toda su capacidad de proteger a la nave que lo emitiese.


Johann sonrió. El diseño cumplía sobradamente sus expectativas. Una nave cubierta por su escudo permitiría ver y comunicarse, pero protegería firmemente a la tripulación de radiaciones letales... a falta de completar el experimento. Faltaban las radiaciones más duras.


El impulso de energía alcanzó el infrarrojo. SENSE no detectaba más que un leve pero sostenido incremento de temperatura.


—Filtra parte del calor, pero la temperatura sube constantemente. No es muy bueno en esa tarea, pero permitiría una supervivencia de varias horas en una órbita solar bastante próxima—dijo Norman, mirando fijamente la pantalla.

—Bueno, no se puede tener todo. El calor es casi imposible de evitar durante mucho tiempo… las leyes de la Termodinámica, amigo—respondió él, sonriendo.


Llegó la luz visible de gran intensidad. Pasaba sin problemas, pero, obviamente, sin causar daños.


—Bien, tendrán que usar gafas de sol o filtros en las ventanillas. La luz pasa como si el escudo no estuviese ahí.

—Por lo menos, verán por dónde vuelan—agitó la mano con indiferencia Norman, que siguió girando el dial de frecuencias.


Empezó a llegar radiación ultravioleta de energía creciente, pero el escudo la filtraba casi en un noventa por cien.


—¿Ves? Suficiente para que se puedan poner morenos y las plantas hagan su función sin que nadie se achicharre… mientras la emisión UV se mantenga por debajo de un umbral—comentó Johann. Norman no dijo nada. Seguía preocupado por SENSE.


Activó el generador de rayos X de alta energía. El blindaje se tornó púrpura pero desvió casi completamente la energía del haz a su alrededor. Aquí sí que hubo un cambio, pues el diámetro de la esfera luminosa se incrementó en un veinte por ciento.


—¿Has visto eso, Norman? Es más grande y no sé por qué—dijo Johann desconcertado, apoyando las manos y la cara en el cristal blindado de la cámara de control. —Pero… ¡eso no es posible! ¿Cómo demonios lo hace? No lo diseñé para eso. No hay ningún circuito en su matriz que permita ése efecto. No lo entiendo…

—A veces hay efectos secundarios inexplicables cuando trabajas con sistemas cuánticos… La característica principal hasta ahora ha sido que, a más energía, más reflexión de esa energía, más fortaleza. Con la energía de los rayos X es posible que se haya llegado a algún punto crítico, o que la frecuencia se "doble" alrededor del campo de fuerza y rebote con el emisor, sumando parte de su energía a la del escudo…—apuntó Norman.

—Bien, entonces activaré la radiación gamma a ver qué pasa—contestó Johann, pensativo. —Y luego los rayos cósmicos y la radiactividad.


SENSE se había desplegado completamente, tranquilo y seguro dentro de su escudo. Llevaba un rato haciendo cálculos y comprobando datos y suposiciones. Estaba convencido de que el blindaje de energía aguantaría bien dentro de unos límites razonables, incluso ante la radiactividad. Pero creía que las radiaciones de partículas, como las emitidas por el Sol en las tormentas y en las erupciones, no serían detenidas. Sólo atenuadas. Las partículas de alta energía atravesarían su muralla de luz e impactarían contra su cuerpo metálico, generando radiación secundaria y es posible que incluso algunos daños menores.


Un estallido de rayos gamma golpeó el escudo. Éste se volvió morado, mientras ondulaba visiblemente desde el punto de impacto, y de nuevo incrementó su diámetro un treinta por ciento más.


Detectado pequeño pico de radiación. Se incrementa poco a poco. Está alterando circuitos de mis cámaras y proceso de imagen—informó SENSE.

—Páralo, Norm. La gamma es una radiación terrible. El escudo la detiene en gran medida, pero una parte bastante importante pasa a través.


Norman pulsó el botón de parada y cesó el ataque.


—Es normal. No obstante, detiene una ráfaga de rayos gamma mucho mejor que cualquier blindaje físico, como los de agua o metal de alta densidad. Combinando ambos sistemas, menos del cinco por ciento de la energía gamma lograría entrar en la nave.

—Supongo que con GRB's u otras emisiones altamente energéticas de radiación gamma, el porcentaje de permeabilidad sería mayor…

—No te quejes… Un GRB es capaz de arrancar la atmósfera de un planeta, y según la distancia, de freír su superficie por completo… No esperarás que éso—señaló a la esfera de luz azul—detenga algo así, ¿no?

—Era un bonito sueño, ¿verdad?—suspiró. —Vale, nada de acercarse a supernovas ni discos de acreción de agujeros negros…


Norman se rió, mientras reanudaba la secuencia.


El generador ascendió y giró ciento ochenta grados mostrando un artefacto amenazador con varios tubos negros apuntando hacia la burbuja luminosa. Uno de ellos se iluminó y un láser invisible impactó contra la luz, azulada de nuevo. El escudo se deformó ligeramente, creando ondas concéntricas desde el punto de contacto, mientras el rayo se reflejaba inofensivamente en todas direcciones. Sólo un diez por ciento, aproximadamente, de los fotones atravesó el escudo, ya sin energía para causar ningún daño. Era tan sólo luz brillante. Pero cuando el nivel de energía del rayo alcanzó los trescientos kilovatios, el escudo empezó a temblar y a perder diámetro y grosor. Se estaba degradando. Johann cortó la energía del rayo de ataque. Realizó varios apuntes en su ordenador y siguió con el experimento.


Esta vez empezó a emitir rayos cósmicos, esto es, protones de alta energía y gran velocidad. Aunque eran invisibles, el blindaje acusaba los impactos creando ondas en su superficie, de la misma manera que se crean ondas en el agua de un lago si se le tiran piedras. Empezó con uno por segundo y fue incrementando la cantidad cada cinco segundos.


—Diez impactos por segundo... Integridad total... Quince... Treinta... Cincuenta... —En ese momento parecía que alguien tiraba puñados de arena contra la superficie azul. —Setenta y cinco y aguanta... Cien... Doscientos... ¡Eh! Parece que empieza a ceder. SENSE, ¿detectas algo? ¿Algún daño o problema?

Leve aumento de radiación secundaria. Algunas partículas, o los productos de su colisión, pasan y alcanzan detector—respondió el robot.

—Ok. Cierro generador de rayos cósmicos. Sólo queda un experimento más y habremos acabado. ¿Estás bien?

Yo entero, sin averías, pero no tranquilo. No haré de liebre de indios más.

—¡Se dice, conejillo de indias, Sensy! —aulló Johann estallando en carcajadas. Norman reía también. SENSE no dominaba el lenguaje muy bien, pero para eso estaba aprendiendo. Al fin y al cabo, sólo era el equivalente de un niño pequeño.

Perdón. Yo siento... avergonzado. Implemento expresión en base de datos. Acaba experimento, por favor—respondió el robot. —Yo quiere volver a mi habitación.

—Enseguida. Dos minutos y estarás fuera de esa cámara de tortura—prometió su amigo Norman.


Dicho esto, Johann activó el emisor radiactivo, enviando partículas alfa y beta, y radiación de neutrones por oleadas. La intensidad de la exposición fue aumentando paulatinamente. El escudo ondulaba perezosamente, y revelaba impactos, seguramente partículas alfa, pero muy pocos. Su ocupante no acusó ningún efecto. Pero el contador Geiger sí que detectó claramente el incremento de radiactividad. Aproximadamente el treinta o el cuarenta por ciento de las partículas pasaban.


—Me lo esperaba. La radiactividad suele ser de baja energía, así que exceptuando el bombardeo de neutrones de una explosión nuclear o algo por el estilo, va a ser bastante ineficaz contra la radiactividad de, por ejemplo, un reactor de a bordo—comentó Johann.

—Bien. Eso es aceptable. Al fin y al cabo, basta con algo de distancia y un poco de blindaje para que la radiactividad no suponga un gran problema. El mayor riesgo lo suponen las radiaciones espaciales, y con ellas tu escudo se comporta admirablemente. Un sistema mixto, con blindaje físico de varias capas y composiciones, un escudo EM y el tuyo, y una nave podría pasearse tranquilamente por la mayor parte del Universo—explicó Norman.


Desconectaron todos los sistemas, volvieron a establecer la presión dentro de la cámara y la compuerta se abrió, después de haber depurado el ambiente interior. SENSE giró y se dirigió hacia la salida. Aún estaba conectado a la toma de energía y la esfera azul se desplazó con él. Norman se acercó sonriente y le lanzó una pelota de tenis a la que el robot tenía un cariño especial. SENSE alzó uno de sus brazos y... la pelota rebotó en el escudo. Se quedaron de piedra. Era un efecto inesperado. Se suponía que el campo contenía las emisiones de energía, pero no los objetos. Johann ni siquiera parpadeaba.


Escudo no diseñado para repeler objetos. Este efecto SENSE no esperaba—dijo el robot. —Johann crea campo de fuerza más mejor que él mismo pensaba. Aplicaciones posibles ilimitadas.

—Tienes razón, Sensy—respondió Johann, alborozado. —Hemos creado un campo deflector completo, propio de las películas de ciencia-ficción. Nos vamos a cubrir de gloria. ¡Vamos a ser millonarios!

—Sus aplicaciones prácticas pueden ser fabulosas—razonó Norman, preocupado—, pero su uso inadecuado causaría graves problemas. Deberías olvidarte del dinero, por el momento. Hemos de ser extremadamente cuidadosos. Nadie ha de enterarse hasta que encontremos a la persona adecuada.

—¿A la "persona adecuada"? ¿Y quién es más adecuado que tú o que yo? ¡Tú eres la persona más inteligente y posiblemente íntegra de este planeta! Y ¡yo! he inventado el escudo. ¿Quién puede ser más adecuado que nosotros?—Johann estaba muy alterado. Su mirada despedía un brillo tétrico, mezcla de pasión y rabia. Norman retrocedió un paso, asustado. Johann le puso las manos en los hombros y lo miró con ojos febriles.

—He diseñado un dispositivo que funciona. Funciona mejor de lo esperado. Puede proteger naves, aviones, barcos. ¿Es que no lo entiendes? Se acabaron las penurias, las súplicas por una beca miserable, las residencias de estudiantes... ¡Se acabó la miseria!

—¡Johann!—gritó Norman. —¡Piensa, joder! También puede proteger misiles, terroristas suicidas, camiones bomba, tropas militares… Puede ser una pesadilla.

Norm tiene razón, Johann. Mucho riesgo contar ahora sobre el escudo. Tener precaución con quién sabe—dijo SENSE suavemente.


Johann se quedó completamente quieto. Ambos se miraron fijamente largo rato. Era una batalla de voluntades. Norman no había visto nunca a Johann tan alterado. Y Johann no había visto nunca a su compañero tan persuasivo y tan firme. Dejó caer los hombros y su mirada recuperó el brillo inteligente y amable que le caracterizaba.


—Está bien. Tú ganas… de momento. No diremos nada a nadie. Espero que sepas lo que haces—cedió Johann por fin.

—Hacemos lo correcto, amigo mío. Este aparato nos carga de responsabilidad. Es como la energía nuclear: sus usos pacíficos son innegables, pero la primera vez que se usó fue para causar más de cien mil muertos. Piensa en ello...

—Debo haberme vuelto loco...—musitó Johann. Acto seguido lo apagó todo, guardó sus datos en el ordenador de forma encriptada y se dirigió hacia la salida, seguido por Norman. Lo que éste no sospechaba es que no pensaba cumplir su promesa. Ya sabía exactamente a quién iba a llamar. No pasaría más tiempo en el anonimato.


SENSE se había mantenido a prudente distancia de los dos humanos mientras éstos discutían. De entre todos los procesos de computación que su cerebro electrónico llevaba a cabo cada segundo, hubo uno que lo dejó desconcertado. No podía ni sabía definirlo, pero estaba seguro de que iba a ocurrir algo malo. Norman lo llamó y SENSE le dijo que se quería quedar a estudiar los resultados y comprobar la base de datos.


—Está bien, pero recuerda recargar las baterías, que luego tengo que andar buscándote por ahí, a ver dónde te has quedado colgado.

No preocupas, Norm. Cambié sistema de recarga. Ahora alarma de batería baja. Tranquilo. Cuidado conduce a casa—dijo SENSE.

—Ok. Nos vemos mañana—se despidió Norman, saludándolo con la mano, sonriente, y yendo hacia la puerta. Salió y cerró tras de sí.


SENSE se dirigió rápidamente al banco de datos, con aquella extraña e indefinible sensación ocupando a cada minuto una cantidad mayor de sus recursos de computación.


El pequeño robot se conectó a la computadora, accedió a la partición oculta y, tras un momento de vacilación, copió todo su contenido en sus chips de memoria de tres terabytes. Le quedó menos del diez por ciento de su capacidad, pero no era problema, porque podía implementar más chips compactos, hasta un total de diez "teras".


A continuación, borró todo el contenido de la partición oculta, de forma irrecuperable, y eliminó la partición. Ahora, él era el único depositario de toda la información de los trabajos de Norman, de Johann y de todo lo relativo a su conciencia. Debería haberse quedado más tranquilo, pero aquella insólita sensación no desapareció.


Seis horas después, una explosión de gas en un apartamento de una residencia de estudiantes acababa con la vida de varios jóvenes, entre ellos la de Norman Evans. Por la mañana la policía rescató un cadáver del río, que identificaron como Johann Harper.


Y la siguiente noche, alguien entró en la sala del banco de datos del laboratorio tres, borrando todos los archivos y destrozando todo cuanto tenía que ver con el experimento.


Nadie se fijó en el pequeño robot escondido entre piezas de repuesto para autómatas y circuitos electrónicos.


Pero SENSE sí lo vio todo... y comprendió.


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