(Creado por Noel)
"Otra maldita piedra suelta…"
Eso es lo que E.L.E. (Enceladus Life
Explorer), Elle para los técnicos del
JPL, habría pensado de tener la capacidad para ello. Pese a que su sistema de
Inteligencia Artificial Autónomo emula las ecuaciones sinápticas de un perro
(de una perra, en realidad, más calmadas y menos dadas al riesgo), como la
curiosidad, la fidelidad y la autoconservación, y pese a que dispone de una enorme
capacidad de toma de decisiones al margen del Control de Misión, Elle no puede pensar de forma autoconsciente
ni abstracta. La tecnología no ha llegado a tanto. Y tampoco sería deseable que
se pudiese "distraer" con cosas ajenas a la misión encomendada.
De modo que su potente CPU se limita
a reaccionar velozmente y bloquea todas las articulaciones, manteniendo el
equilibrio. Baja la cabeza, en la que tiene la mayor parte de los sensores de
navegación y las dos cámaras multiespectrales, y enfoca al suelo. En fracciones
de segundo calibra su entorno y adapta la posición de la pata que ha fallado al
desprenderse el pedazo de hielo. Una vez segura de estar fuera de peligro,
tantea el terreno ante sí y continúa su camino. Obviamente, no espera ninguna
advertencia ni guiado desde la Tierra
Es imposible.
A 1.200 millones de kilómetros de distancia,
las señales de Control de Misión tardan más de hora y media en cubrir el
trayecto, a la velocidad de la luz. Si Elle
dependiese de esas señales para moverse por la gélida superficie, se
estrellaría en cualquier grieta en minutos.
Anteriormente, otros exploradores móviles
robóticos, llamados Rovers, debían detenerse y esperar a que, desde la Tierra,
les mandasen qué hacer en los próximos metros, como Spirit u Opportunity, los
legendarios rovers exploradores de Marte. Eso cambió con las unidades de IA
híbrida. Ahora, los exploradores deciden qué hacer en cada momento, en base a
una serie de directrices originales, que también pueden ser modificadas si la
sonda detecta algo de interés, o si desde Control de Misión se le proporcionan
nuevos objetivos. Y Elle también es
algo distinta a aquellos primitivos exploradores. No está "desnuda"
como ellos, con la maquinaria a la vista. Tiene una "piel"
protectora, rígida en unas zona y elástica en otras, que cubre todo su cuerpo.
Hecha de materiales compuestos, ligera y resistente, le permite mantener las
condiciones térmicas y de protección del equipo en óptimo estado.
Elle sigue
caminando prudentemente, con sus seis patas multiarticuladas, guiada por los
parámetros de su programa y por la inteligencia animal que gobierna su toma de
decisiones. La combinación de la simulación mental de un ser vivo con la
capacidad de un sistema informático se ha revelado una combinación poderosa en
la exploración espacial, desde que en 2.032 se logró resumir en ecuaciones
sinápticas relativamente simples la disposición neural de varias criaturas, la
más compleja de ellas, el perro. En el caso de los seres autoconscientes, como
bonobos, delfines y, por supuesto, humanos, la tecnología no puede ni
aproximarse a ellos… todavía.
En ese momento, el robot de aspecto insectoide
está pasando por una zona en la que es más rápido y seguro usar los extremos
puntiagudos de sus patas de composite ligero, que las grandes ruedas de sus
codos, con las que ha recorrido a moderada velocidad los últimos kilómetros de
llanura helada.
Una serie de escarpadas colinas de
hielo, roturadas por profundas grietas, dominan esa zona del Polo Sur, ya muy
cerca de la región de los géiseres de vapor que han hecho famosa a esta pequeña
luna de Saturno. La misión de Elle es
llegar lo más cerca posible de uno de estas eyecciones del océano subglacial de
Encélado y realizar todos los experimentos que alberga su cuerpo, con un claro
y definido objetivo: buscar señales inequívocas de Vida.
El Orbitador pasa sobre Elle, como hace cada 20 minutos, y las
dos máquinas intercambian datos. En un instinto reflejo de su simulación
canina, levanta la cabeza ladeándola ligeramente, enfocando a la veloz nave
orbital, a más de 500 kilómetros de distancia. No hay nuevas órdenes desde la
Tierra, así que sigue caminando con precaución, atenta a las extensas lecturas
de sus sensores, a las posibles trampas ocultas bajo el hielo y a la
temperatura interna de su cuerpo. Con un ambiente a -200ºC, depende del calor y
la energía producida por sus tres RTG compactos para que la electrónica no se
congele y quede varada para siempre en las inhóspitas extensiones heladas que
está explorando.
La tenue y finísima nevada de
afilados cristales de hielo que lleva días cayendo muy lentamente sobre su lomo
metálico se ha ido incrementando en las últimas horas, señal de que hay un
géiser relativamente cerca. Gracias a la exigua gravedad de esa luna minúscula,
a Elle no le preocupa el aumento de
peso que la nevada pudiese provocar sobre ella, pues la fuerza de sus patas fue
calibrada para funcionar en la Tierra. Aquí, ni con una tonelada de masa extra
notaría la diferencia. No obstante, y para evitar riesgos innecesarios,
regularmente usa el circuito que caldea su cubierta externa, librándose de la
acumulación de hielo por el sencillo método de fundirlo.
Aún le quedan unas decenas de metros
para lograr llegar a la cima de la colina, así que, mientras camina, aprovecha
para hacer diagnósticos, comprimir los archivos de datos y verificar el estado
de sus sistemas de energía redundantes.
Un par de horas después, logra pasar
una última cresta de hielo y coronar la colina. Un extraordinario panorama se
extiende ante sus cámaras binoculares: una amplia llanura lisa y casi circular
de blancura prístina, y en su centro, un promontorio de hielo del que emerge,
con lenta elegancia, un penacho de vapor que se eleva decenas de kilómetros en
el espacio.
La parte animal de Elle "disfruta" unos momentos
del espectáculo, pero las directrices de su programación se imponen, e inicia
el lento descenso por la ladera helada.
Seis horas más tarde llega a la zona
llana y, tras verificar exhaustivamente el estado del hielo ante ella, decide
acelerar. Se agacha, pliega las agudas puntas de sus patas hacia arriba y las
seis ruedas toman contacto con el hielo. Ahora gastará menos energía en
moverse, y podrá hacerlo a mayor velocidad. Comprueba sus reservas de energía y
parte en dirección al criovolcán. Calcula que en menos de una hora estará justo
ante el promontorio helado. Queda poco para la repentina noche de ese mundo
helado sin atmósfera, pero a ella, con sus avanzadas cámaras y sensores, le da
exactamente igual que haya luz o no. Se puede mover con total tranquilidad en
la más absoluta oscuridad. De todos modos, con la brillante cercanía del
impresionante Saturno en el cielo, en el Polo Sur de Encélado nunca reina una
oscuridad completa.
Cuando, al cabo de un buen rato, casi
ha llegado a la suave pendiente de la ladera del volcán de hielo, de unos cien
metros de altura, su "instinto" animal se impone al programa.
Algo ocurre.
No se sabe porqué, pero las sondas
con IA híbrida parecen haber retenido características mentales de los animales
en los cuales se basan. Es un misterio de la programación que, sin embargo, se
ha revelado muy útil en todas las misiones en las que han participado.
Se detiene y mira hacia abajo, hacia
el suelo helado, duro como una roca. Extiende la pata delantera izquierda para
rascar la liviana nieve acumulada y se encuentra con el hielo de debajo. Aunque
oscuro, da la sensación de ser transparente. El radar del orbitador, que vuelve
a pasar sobre ella, le informa que, sorprendentemente, en ese lugar el hielo
apenas tiene un par de metros de espesor, cuando debería de ser de cientos de
metros, o incluso kilómetros. Toda la llanura parece ser una especie de cráter,
cubierto por una delgada lámina de hielo que aísla del vacío espacial al agua
líquida que hay debajo.
La "sensación" que la ha
detenido en ese punto vuelve a repetirse y usa todos los filtros de sus cámaras
y los dispositivos de su cabeza para escudriñar bajo el hielo.
De pronto, aparece una extraña
estructura circular, negra como la noche y orlada por un desvahído color
blancuzco. Se mueve bajo ella, insertada en algo también oscuro y bulboso.
En un reflejo de su mentalidad perruna,
Elle gira la cabeza con curiosidad.
Si hubiese podido y dispuesto de tales accesorios, habría extendido las orejas
y ladrado. Entonces, su mente artificial comprende qué está viendo.
Es una gran criatura acuática.
Y la está mirando con su enorme ojo.
*
Jordan Smith, al mando de la estación
de escucha de la Red de Espacio Profundo de la NASA esa noche, recibe un aviso
en su pantalla, en forma de ventana emergente. Pone el juego en pausa y se
estira cuán largo es. Las vigilancias de datos nocturnas son de lo más
aburridas, esperando a que las sondas manden algo especial entre la marea de
datos habituales. Se sorprende al ver que se trata de Elle. Según los parámetros de la misión, aún faltan horas para que se
le indiquen los pormenores de su intervención en el criovolcán que ha descubierto
esta mañana. Sólo tiene que acercarse a la base de la ladera y esperar
instrucciones.
"¿Qué tripa se te ha roto a estas horas, perrita?", piensa, algo fastidiado.
"Espero que no haya caído en un
agujero o se le haya roto algo… serían un montón de millones de dólares tirados
a la basura…".
Abre la ventana en la pantalla y
teclea unos códigos. Elle acaba de
mandar una foto. Jordan se sorprende de que, por alguna razón, una simple foto
haya pasado los filtros automáticos. La sonda exploradora debe haberla marcado
como prioritaria por algún motivo.
Curioso, Jordan abre la foto y tarda
un par de segundos en comprender qué ve. Se incorpora de golpe, tirando la
silla y sale corriendo a llamar al Director de Misión.
Da rabia que te dejen con la curiosidad del "que va a pasar", pero así, al menos, se me han venido un montón de posibles finales. Y me encantaría poder conocer el o los imaginativos avances del autor. Seguro que, como todas sus historias, serian una completa pasada, de eso, no tengo ninguna duda.
ResponderEliminarVaya, muchas gracias! Esta es una historia corta, no hay continuación. Forma parte de un concurso de minirrelatos, con límite de 1.000 palabras, que se promovió desde "Radio Skylab", un podcast de astrofísica que me gusta escuchar.
EliminarSe trataba de, a la luz de los nuevos descubrimientos de la luna saturniana, Encélado, inventar historias cortas para compartirlas con los demás oyentes. Esta tan sólo fue una de las más de 30 que se enviaron.
Por eso no tiene continuación... aunque todo es hablarlo.