(Creado por Noel)
Laboratorio de altas energías número 3, M.I.T., 19 de febrero de 2.019,
02.39 horas.
El pequeño robot se encontraba en el
centro de la gran sala insonorizada. Giraba sus dos cámaras, colocadas sobre
brazos articulados, de un lado para otro, con movimientos que hubiesen podido
ser interpretados como de nerviosismo... de no haber sido una máquina.
Aunque SENSE no era un robot normal.
Norman, su creador, un chico introvertido y tímido de quince años, había ideado
un brillante algoritmo de programación que a simple vista podía parecer sencillo, apenas
unas líneas de código. Pero la función matemática insertada en el programa era
algo completamente revolucionario. Nadie había podido reducir a una ecuación
las más importantes de las características mentales humanas: el pensamiento y
las emociones. Pero aquel joven sí. SENSE era el primer ente mecánico autónomo capaz de aprender,
pensar de forma creativa, razonar, plantear y responder preguntas y... emular
sentimientos. Era Inteligencia Artificial en el más amplio sentido de la palabra.
De hecho, era cría de vida artificial,
pues su mente evolucionaba como la de un niño. Y Norman era el alumno más joven
y brillante que jamás pasó por el M.I.T. Con un I.Q. de 252, era, además, el
ser humano más inteligente del planeta.
Pero como acostumbra a pasar, las
personas más sobresalientes son también las más discriminadas. Su aguda
inteligencia lo había marginado socialmente, hasta el punto de tener un solo
amigo. Un amigo que había tenido que construir él mismo.
—Vamos,
entra en la cámara, SENSE, no te pasará nada, te lo prometo—dijo el muchacho. —El
experimento es seguro.
—No es tú el que coloca delante de generador de impulsos—respondió SENSE.
—Ya sé que te da un poco de miedo—sonrió. —Pero piensa que Johann te ha equipado
con su aparato. Si el experimento tiene éxito, habremos solucionado el problema
de la protección de los vehículos espaciales en los viajes interplanetarios. Y
sabes que yo jamás te pondría en peligro.
—Lo
sé, Norm. Pero si protección falla, circuitos funden y yo finalizo.
—Por
eso salvé anoche tu conciencia en el banco de datos, en la partición oculta.
Incluso recordarás lo que estamos hablando ahora, porque todo se está grabando
en tiempo real en ese soporte—lo tranquilizó Norman. Todo el mundo conocía a
SENSE, pero nadie sabía, ni de lejos, el verdadero alcance de la conciencia que
albergaba… y Norman quería que siguiese siendo así, por el momento. De ahí lo
de la partición oculta en el sistema de ordenadores del Instituto.
—No
sabía SENSE copiado en ordenador central. Estoy más tranquilo. Procedo con
experimento—respondió el robot, rodando hacia la puerta abierta de la
cámara antirradiación.
Se colocó ante el gran aparato que
ocupaba el tercio anterior de la cámara. Era un generador de impulsos
electromagnéticos, modificado para emitir en todas las longitudes de onda y a
energías muy elevadas. Además disponía de un proyector de haces radiactivos. En
definitiva, podía emular las durísimas condiciones del espacio exterior.
La pesada puerta se cerró con un siseo.
Las bombas empezaron a crear el vacío en la cámara, mientras SENSE se acoplaba
a una toma de energía dispuesta en el suelo, pues sus modestas baterías no
podían suministrar suficiente electricidad al dispositivo que llevaba colocado tras
de sí.
El robot se encogió ligeramente cuando
escuchó la voz de Johann iniciando la cuenta atrás desde veinte. En diez,
activarían el aparato, y en cero, el generador de impulsos. SENSE estaba
inquieto. A pesar de todas las medidas de seguridad, calculaba que había una
posibilidad del seis coma dos por ciento de fallo. No dejaba de mirar fijamente
el generador. Un par de veces giró una de sus cámaras para enfocar su parte
trasera y verificar así que el extraño artilugio estaba en su lugar. Era un aparato
cúbico de diseño complejo con cinco “setas” de cerámica, una en cada cara.
Emitía un suave zumbido, mientras la sombrilla de cada seta refulgía con un
tenue resplandor azulado.
—Doce...
once... diez, contacto—decía Johann por el intercomunicador.
El aparato empezó a pulsar y el fulgor
azul a intensificarse, hasta que formó cinco semiesferas de luz alrededor del
cubo central. Inmediatamente, empezaron a crecer, inundando a SENSE de luz,
hasta que se formó una especie de burbuja luminosa de un metro de diámetro con
el pequeño robot en el centro.
SENSE miraba atemorizado a su
alrededor. Extendió una de sus extremidades y la esfera de luz se deformó en
esa dirección. Hiciera lo que hiciese, el resplandor se mantenía siempre a la
misma distancia de su cuerpo metálico.
—Cuatro... tres... dos...
Se volvió rápidamente hacia el
generador, que en ese momento adquiría una tonalidad rojiza.
—Uno...
SENSE
se encogió, adquiriendo su forma más comprimida, apenas veinte centímetros de
altura. Apagó las cámaras y se preparó para la descarga, asustado, muy
asustado.
—¡Cero!
¡Impulso activado! ¡Secuencia en marcha!—gritó Johann mientras pulsaba el botón
de activación. Norman miraba nervioso la pequeña forma envuelta en luz. Los
gráficos de su pantalla le indicaban que su amigo mecánico tenía miedo... miedo a morir.
Durante
un instante, infinitesimal para un humano pero eterno para un ordenador, el
tiempo pareció detenerse. Silencio. Oscuridad. Y un tremendo impacto. SENSE
gritó, abrió los iris de sus cámaras y vio el generador enviando ondas de
choque contra él. Pero aunque sentía sus impactos, no atravesaban la luz azul.
No le dañaban. El generador emitía impulsos electromagnéticos de energía y
frecuencia crecientes, recorriendo todo el espectro. Desde las ondas de radio
más ámplias pasó a las ondas ultracortas y a las microondas. El escudo del
robot ondulaba pero no cedía. Tal y como había supuesto Johann, a más energía
en la fuente externa, más reflejaba el campo esa energía. Una emisión de radio
o microondas de baja energía pasaría casi en su totalidad, mientras que un gran
estallido de radiación, como el procedente de una llamarada solar, sería
detenido casi por completo. Así, la comunicación era perfectamente posible
mientras el escudo permanecía activo y conservando toda su capacidad de
proteger a la nave que lo emitiese.
Johann sonrió. El diseño
cumplía sobradamente sus expectativas. Una nave cubierta por su escudo
permitiría ver y comunicarse, pero protegería firmemente a la tripulación de
radiaciones letales... a falta de completar el experimento. Faltaban las
radiaciones más duras.
El
impulso de energía alcanzó el infrarrojo. SENSE no detectaba más que un leve
pero sostenido incremento de temperatura.
—Filtra parte del calor,
pero la temperatura sube constantemente. No es muy bueno en esa tarea, pero
permitiría una supervivencia de varias horas en una órbita solar bastante
próxima—dijo Norman, mirando fijamente la pantalla.
—Bueno, no se puede tener
todo. El calor es casi imposible de evitar durante mucho tiempo… las leyes de la Termodinámica,
amigo—respondió él, sonriendo.
Llegó
la luz visible de gran intensidad. Pasaba sin problemas, pero, obviamente, sin
causar daños.
—Bien,
tendrán que usar gafas de sol o filtros en las ventanillas. La luz pasa como si
el escudo no estuviese ahí.
—Por
lo menos, verán por dónde vuelan—agitó la mano con indiferencia Norman, que
siguió girando el dial de frecuencias.
Empezó
a llegar radiación ultravioleta de energía creciente, pero el escudo la filtraba
casi en un noventa por cien.
—¿Ves?
Suficiente para que se puedan poner morenos y las plantas hagan su función sin
que nadie se achicharre… mientras la emisión UV se mantenga por debajo de un
umbral—comentó Johann. Norman no dijo nada. Seguía preocupado por SENSE.
Activó
el generador de rayos X de alta energía. El blindaje se tornó púrpura pero
desvió casi completamente la energía del haz a su alrededor. Aquí sí que hubo
un cambio, pues el diámetro de la esfera luminosa se incrementó en un veinte
por ciento.
—¿Has
visto eso, Norman? Es más grande y no sé por qué—dijo Johann desconcertado,
apoyando las manos y la cara en el cristal blindado de la cámara de control. —Pero… ¡eso
no es posible! ¿Cómo demonios lo hace? No lo diseñé para eso. No hay ningún
circuito en su matriz que permita ése efecto. No lo entiendo…
—A
veces hay efectos secundarios inexplicables cuando trabajas con sistemas
cuánticos… La característica principal hasta ahora ha sido que, a más energía,
más reflexión de esa energía, más fortaleza. Con la energía de los rayos X es
posible que se haya llegado a algún punto crítico, o que la frecuencia se
"doble" alrededor del campo de fuerza y rebote con el emisor, sumando
parte de su energía a la del escudo…—apuntó Norman.
—Bien,
entonces activaré la radiación gamma a ver qué pasa—contestó Johann, pensativo.
—Y luego los rayos cósmicos y la radiactividad.
SENSE
se había desplegado completamente, tranquilo y seguro dentro de su escudo.
Llevaba un rato haciendo cálculos y comprobando datos y suposiciones. Estaba
convencido de que el blindaje de energía aguantaría bien dentro de unos límites
razonables, incluso ante la radiactividad. Pero creía que las radiaciones de
partículas, como las emitidas por el Sol en las tormentas y en las erupciones,
no serían detenidas. Sólo atenuadas. Las partículas de alta energía
atravesarían su muralla de luz e impactarían contra su cuerpo metálico,
generando radiación secundaria y es posible que incluso algunos daños menores.
Un
estallido de rayos gamma golpeó el escudo. Éste se volvió morado, mientras
ondulaba visiblemente desde el punto de impacto, y de nuevo incrementó su
diámetro un treinta por ciento más.
—Detectado pequeño pico de radiación. Se
incrementa poco a poco. Está alterando circuitos de mis cámaras
y proceso de imagen—informó SENSE.
—Páralo,
Norm. La gamma es una radiación terrible. El escudo la detiene en gran medida,
pero una parte bastante importante pasa a través.
Norman
pulsó el botón de parada y cesó el ataque.
—Es
normal. No obstante, detiene una ráfaga de rayos gamma mucho mejor que
cualquier blindaje físico, como los de agua o metal de alta densidad.
Combinando ambos sistemas, menos del cinco por ciento de la energía gamma lograría
entrar en la nave.
—Supongo
que con GRB's u otras emisiones altamente energéticas de radiación gamma, el
porcentaje de permeabilidad sería mayor…
—No te
quejes… Un GRB es capaz de arrancar la atmósfera de un planeta, y según la
distancia, de freír su superficie por completo… No esperarás que éso—señaló a
la esfera de luz azul—detenga algo así, ¿no?
—Era
un bonito sueño, ¿verdad?—suspiró. —Vale, nada de acercarse a supernovas ni
discos de acreción de agujeros negros…
Norman
se rió, mientras reanudaba la secuencia.
El
generador ascendió y giró ciento ochenta grados mostrando un artefacto
amenazador con varios tubos negros apuntando hacia la burbuja luminosa. Uno de
ellos se iluminó y un láser invisible impactó contra la luz, azulada de nuevo.
El escudo se deformó ligeramente, creando ondas concéntricas desde el punto de
contacto, mientras el rayo se reflejaba inofensivamente en todas direcciones.
Sólo un diez por ciento, aproximadamente, de los fotones atravesó el escudo, ya
sin energía para causar ningún daño. Era tan sólo luz brillante. Pero cuando el
nivel de energía del rayo alcanzó los trescientos kilovatios, el escudo empezó
a temblar y a perder diámetro y grosor. Se estaba degradando. Johann cortó la
energía del rayo de ataque. Realizó varios apuntes en su ordenador y siguió con
el experimento.
Esta
vez empezó a emitir rayos cósmicos, esto es, protones de alta energía y gran
velocidad. Aunque eran invisibles, el blindaje acusaba los impactos creando
ondas en su superficie, de la misma manera que se crean ondas en el agua de un
lago si se le tiran piedras. Empezó con uno por segundo y fue incrementando la
cantidad cada cinco segundos.
—Diez
impactos por segundo... Integridad total... Quince... Treinta... Cincuenta... —En
ese momento parecía que alguien tiraba puñados de arena contra la superficie
azul. —Setenta y cinco y aguanta... Cien... Doscientos... ¡Eh! Parece que
empieza a ceder. SENSE, ¿detectas algo? ¿Algún daño o problema?
—Leve
aumento de radiación secundaria. Algunas partículas, o los productos de su
colisión, pasan y alcanzan detector—respondió el robot.
—Ok.
Cierro generador de rayos cósmicos. Sólo queda un experimento más y habremos
acabado. ¿Estás bien?
—Yo
entero, sin averías, pero no tranquilo. No haré de liebre de indios más.
—¡Se
dice, conejillo de indias, Sensy! —aulló Johann estallando en carcajadas.
Norman reía también. SENSE no dominaba el lenguaje muy bien, pero para eso
estaba aprendiendo. Al fin y al cabo, sólo era el equivalente de un niño
pequeño.
—Perdón.
Yo siento... avergonzado. Implemento expresión en base de datos. Acaba
experimento, por favor—respondió el robot. —Yo quiere volver a mi
habitación.
—Enseguida.
Dos minutos y estarás fuera de esa cámara de tortura—prometió su amigo Norman.
Dicho esto, Johann activó el
emisor radiactivo, enviando partículas alfa y beta, y radiación de neutrones
por oleadas. La intensidad de la exposición fue aumentando paulatinamente. El
escudo ondulaba perezosamente, y revelaba impactos, seguramente partículas
alfa, pero muy pocos. Su ocupante no acusó ningún efecto. Pero el contador
Geiger sí que detectó claramente el incremento de radiactividad.
Aproximadamente el treinta o el cuarenta por ciento de las partículas pasaban.
—Me lo esperaba. La
radiactividad suele ser de baja energía, así que exceptuando el bombardeo de
neutrones de una explosión nuclear o algo por el estilo, va a ser bastante
ineficaz contra la radiactividad de, por ejemplo, un reactor de a bordo—comentó
Johann.
—Bien. Eso es aceptable. Al fin
y al cabo, basta con algo de distancia y un poco de blindaje para que la
radiactividad no suponga un gran problema. El mayor riesgo lo suponen las
radiaciones espaciales, y con ellas tu escudo se comporta admirablemente. Un
sistema mixto, con blindaje físico de varias capas y composiciones, un escudo
EM y el tuyo, y una nave podría pasearse tranquilamente por la mayor parte del
Universo—explicó Norman.
Desconectaron
todos los sistemas, volvieron a establecer la presión dentro de la cámara y la
compuerta se abrió, después de haber depurado el ambiente interior. SENSE giró
y se dirigió hacia la salida. Aún estaba conectado a la toma de energía y la
esfera azul se desplazó con él. Norman se acercó sonriente y le lanzó una
pelota de tenis a la que el robot tenía un cariño especial. SENSE alzó uno de
sus brazos y... la pelota rebotó en el escudo. Se quedaron de piedra. Era un
efecto inesperado. Se suponía que el campo contenía las emisiones de energía,
pero no los objetos. Johann ni siquiera parpadeaba.
—Escudo
no diseñado para repeler objetos. Este efecto SENSE no esperaba—dijo el
robot. —Johann crea campo de fuerza más mejor que él mismo pensaba.
Aplicaciones posibles ilimitadas.
—Tienes
razón, Sensy—respondió Johann, alborozado. —Hemos creado un campo deflector completo,
propio de las películas de ciencia-ficción. Nos vamos a cubrir de gloria.
¡Vamos a ser millonarios!
—Sus
aplicaciones prácticas pueden ser fabulosas—razonó Norman, preocupado—, pero su
uso inadecuado causaría graves problemas. Deberías olvidarte del dinero, por el
momento. Hemos de ser extremadamente cuidadosos. Nadie ha de enterarse hasta
que encontremos a la persona adecuada.
—¿A la "persona
adecuada"? ¿Y quién es más adecuado que tú o que yo? ¡Tú eres la persona
más inteligente y posiblemente íntegra de este planeta! Y ¡yo! he inventado el
escudo. ¿Quién puede ser más adecuado que nosotros?—Johann
estaba muy alterado. Su mirada despedía un brillo tétrico, mezcla de pasión y
rabia. Norman retrocedió un paso, asustado. Johann le puso las manos en los hombros y lo
miró con ojos febriles.
—He diseñado
un dispositivo que funciona. Funciona mejor de lo esperado. Puede proteger
naves, aviones, barcos. ¿Es que no lo entiendes? Se acabaron las penurias, las
súplicas por una beca miserable, las residencias de estudiantes... ¡Se acabó la
miseria!
—¡Johann!—gritó
Norman. —¡Piensa, joder! También puede proteger misiles, terroristas suicidas,
camiones bomba, tropas militares… Puede ser una pesadilla.
—Norm tiene razón, Johann. Mucho riesgo contar ahora sobre el escudo. Tener precaución con quién sabe—dijo SENSE suavemente.
Johann se
quedó completamente quieto. Ambos se miraron fijamente largo rato. Era una
batalla de voluntades. Norman no había visto nunca a Johann tan alterado. Y
Johann no había visto nunca a su compañero tan persuasivo y tan firme. Dejó
caer los hombros y su mirada recuperó el brillo inteligente y amable que le
caracterizaba.
—Está bien.
Tú ganas… de momento. No diremos nada a nadie. Espero que sepas lo que haces—cedió
Johann por fin.
—Hacemos lo
correcto, amigo mío. Este aparato nos carga de responsabilidad. Es como la
energía nuclear: sus usos pacíficos son innegables, pero la primera vez que se
usó fue para causar más de cien mil muertos. Piensa en ello...
—Debo
haberme vuelto loco...—musitó Johann. Acto seguido lo apagó todo, guardó sus
datos en el ordenador de forma encriptada y se dirigió hacia la salida, seguido
por Norman. Lo que éste no sospechaba es que no pensaba cumplir su promesa. Ya
sabía exactamente a quién iba a llamar. No pasaría más tiempo en el anonimato.
SENSE se
había mantenido a prudente distancia de los dos humanos mientras éstos
discutían. De entre todos los procesos de computación que su cerebro
electrónico llevaba a cabo cada segundo, hubo uno que lo dejó desconcertado. No
podía ni sabía definirlo, pero estaba seguro de que iba a ocurrir algo malo.
Norman lo llamó y SENSE le dijo que se quería quedar a estudiar los resultados
y comprobar la base de datos.
—Está bien,
pero recuerda recargar las baterías, que luego tengo que andar buscándote por
ahí, a ver dónde te has quedado colgado.
—No
preocupas, Norm. Cambié sistema de recarga. Ahora alarma de batería baja.
Tranquilo. Cuidado conduce a casa—dijo SENSE.
—Ok. Nos
vemos mañana—se despidió Norman, saludándolo con la mano, sonriente, y yendo hacia la puerta. Salió y
cerró tras de sí.
SENSE se
dirigió rápidamente al banco de datos, con aquella extraña e indefinible
sensación ocupando a cada minuto una cantidad mayor de sus recursos de
computación.
El pequeño robot se
conectó a la computadora, accedió a la partición oculta y, tras un momento de
vacilación, copió todo su contenido en sus chips de memoria de tres terabytes.
Le quedó menos del diez por ciento de su capacidad, pero no era problema,
porque podía implementar más chips compactos, hasta un total de diez
"teras".
A
continuación, borró todo el contenido de la partición oculta, de forma
irrecuperable, y eliminó la partición. Ahora, él era el único depositario de
toda la información de los trabajos de Norman, de Johann y de todo lo relativo
a su conciencia. Debería haberse quedado más tranquilo, pero aquella insólita
sensación no desapareció.
Seis horas
después, una explosión de gas en un apartamento de una residencia de
estudiantes acababa con la vida de varios jóvenes, entre ellos la de Norman
Evans. Por la mañana la policía rescató un cadáver del río, que identificaron
como Johann Harper.
Y la
siguiente noche, alguien entró en la sala del banco de datos del laboratorio
tres, borrando todos los archivos y destrozando todo cuanto tenía que ver con
el experimento.
Nadie se
fijó en el pequeño robot escondido entre piezas de repuesto para autómatas y
circuitos electrónicos.
Pero SENSE
sí lo vio todo... y comprendió.
En el final es como que lo dice todo sin decir nada. Que cool.
ResponderEliminarGracias!!
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